Cuento ejemplificador: El barón
Había una vez un barón que tras años de traslados, asentó su vida, su vivienda habitual, en un precioso y maravilloso castillo. El barón era muy feliz en el castillo, pues en su interior disponía de innumerables bienes, que compartía con tres personas maravillosas: su mujer y su hijo y su hija. Para complacerle todavía más, también vivían en su castillo una serie de personas: cocineros, sirvientes, chófer... que hacían su vida más maravillosa aún, sumando alegrías y felicidades.
Un día, mientras el barón cabalgaba por los alrededores del castillo con su familia, encontró solo y muy triste a un primo suyo, con el que no tenía a penas relación (pues años atrás el propio primo se distanció de sus familiares, cuando estaba en su momento de gloria, no volviendo nunca junto a los que un día le quisieron). El primo lloraba, y se encontraba mal vestido, sumido en la pobreza, y con la única compañía de un viejo y silencioso burro. Al verle así, el barón se acercó a hablar con él, prestándole su solidaridad e intentando ser amable. Desde ese día, el primo del barón, llamado Grant, comenzó a frecuentar el castillo, respaldado por la caridad del barón y su esposa.
A partir de ese momento, y sin preguntar a nadie, Grant trasladó sus cosas al castillo, donde empezó a vivir en condiciones. Comía bien, tenía una cama donde descansasr, poseía bellas ropas, y su triste burro reposaba en las mazmorras del castillo, donde le cuidaban y alimentaban.
Al princpio, Grant daba gracias a sus anfitriones todos los días; y ellos aguantaban con paciencia sus defectos y lo que pudiera molestar, intentando concentrarse en sus virtudes.
A medida que el tiempo avanzaba, Grant se iba haciendo más "dueño" de la mansión. Olvidando todo lo que se hizo por él, empezó a hacerse con el mando de la situación, abusando de la confianza que un día le fue tendida y pronto él arrebató.
Los defectos primaban sobre sus virtudes, y a los pocos meses de su estancia allí, las molestias de Gran hacia sus (ahora) iguales eran cada vez más frecuentes. La felicidad que un día todos tuvieron les fue arrebatada, pues los conflictos surgían casi todos los días.
Sin embargo, el barón parecía ser el único que se daba cuenta de quién era el causante de los problemas, y de su porqué.Ya era tarde para ordenarle que se fuera, pues contaba con el apoyo de su mujer y sus dos hijos. De inexplicable manera, Grant parecía embelesar a los tres, que cada vez parecían querer más a éste que a su propio marido/padre.
Grant les hacía pasarlo mal también a ellos pero, o bien parecían no darse cuenta, o bien olvidaban con demasiada facilidad. El barón, mientras tanto perdonaba, pero no olvidaba; guardando bien en su memoria cada uno de los desagradables capítulos sucedidos desde la llegada de Grant.
Al barón le preocupaba todo esto, pues su anterior felicidad se redujo a la mitad, y su mujer y sus hijos no parecían darse cuenta, embelesados con Grant y haciendo de él su líder y señor del castillo.
Una noche, a las espaldas de los niños y la esposa del barón, Grant empujó al barón por las escaleras del castillo, olbigándole a pasar algunas noches y varios días en la única compañía del burro, pasando hambre, y viendo a su familia sólo cuando pasaba junto a la puerta su "celda" (sin poder llamar su atención, pues estaba amordazado).
Su familia preguntó por él alguna vez, pero Grant siempre conseguía, cada vez que salía el tema, que todos olvidaran la ausencia del barón; colocándose él mismo como sustituto, arrebatándole todo lo que un día le perteneció y le hizo feliz. (Debido a que el barón un día se apiadó de él y le ayudó)
Tras bastantes semanas de sufrimiento del barón, su familia por fin abrió los ojos, despertando de esas ideas, y bajando del pedestal, por fín, al problemático Grant. Advirtiendo al fin su ausencia bajaron a buscarle, le pidieron disculpas y continuaron como hasta entonces: viviendo todos en la casa; todavía con el molesto primo entre ellos.
La mujer quería más a Grant que a su marido, y sólo hacía caso a este en los numerosos momentos en los que Grant le hacía pasarlo mal.
El barón intentó, inutilmente, que cayeran en su error; y aunque todos parecían cada vez más realistas al respecto, seguían besando el trasero al estúpido y desagradecido de Grant; que día a día, y sin ningún amago de discrección, intentaba echar del castillo al barón, quitándole todo lo que un día le perteneció y solidariamente, quiso compartir.
(...)Posiblemente continuará(...)