"Apuntes del subsuelo" Fragmento III
¿Por qué solía ocurrir que en los instantes, sí, precisamente en los instantes en que me sentía capaz de percibir toda la sutileza de “lo más bello y sublime”, como solíamos decir en tiempos, dejaba de percibirlo, como adrede, y cometía acciones tan bochornosas, acciones… bueno, en una palabra, que aunque hechas por todos, venían a ser cometidas por mí, como adrede, en los mismos momentos en que más cuenta me daba de que no debía hacerlas? Cuanta más conciencia tenía sobre el bien y todo “lo bello y sublime”, más hondo descendían en mi charca y más capaz era de hundirme en ella por completo.
Pero el rasgo principal era que todo esto no me ocurría, al parecer, por casualidad, sino como si así debiera ser. Como si ese fuera mi estado normal, y no una enfermedad ni un vicio, de modo que acabé perdiendo todo deseo de combatir ese vicio. El asunto finalizó quedándome casi convencido (tal vez convencido del todo) de que se trataba de mi estado normal. Al principio, sin embargo, ¡cuánto sufrí en esa lucha! No creía que a los demás les ocurriera lo mismo, y por ello lo guardé en secreto durante toda la vida. Me avergonzaba (tal vez siga avergonzándome incluso ahora). Llegaba hasta el punto de experimentar un placer oculto, anormal, ruin, cuando de regreso a mi rincón, en alguna detestable noche petersburguesa, tenía clara conciencia de haber vuelto a cometer una villanía y de que lo hecho ya no tenía remedio. Me mortificaba interiormente, por dentro me roía, me roía a dentelladas, me torturaba y me retorcía hasta el punto de que la amargura tornábase, al fin, en vergonzoso y maldito dulzor y, en último término, en franco y hondo placer. ¡Sí, en placer, en placer! Insisto en ello. Hablo de ello porque quisiera saber si a los demás les ocurre lo mismo, si tienen esa clase de placer. Se lo explicaré: el placer me lo producía, precisamente, la clara conciencia de mi propia bajeza, el sentir que había llegado ya a lo último, que eso era abominable, pero que no podía ser de otro modo.
F. M. Dostoyevski
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